Ya empezaba a acostumbrarme a los viajes en el tiempo.
Ahora, cada vez estábamos más cerca del presente, y por eso mi corazón no podía
estarse quieto. Seguíamos en la escuela y ese instante iba a ser el más triste
que jamás iba a vivir, Zac lloró y suplicó para que su madre no se alejase de
él, que no se fuera… que él aún era muy pequeño para cuidar a Selene.
-
Cariño -. Le dijo acariciándole esos cabellos
alborotados-. Nos volveremos a ver, eso no lo dudes. Ahora tienes que
convertirte en un hombre grande y fuerte. ¿Me lo prometes?
El niño asintió indeciso y se limpió las lágrimas de su
rostro para que su madre no lo viera llorar. Antes de volver a marcharnos y
dejar que algunos de los encargados de la escuela cuidarán de esos niños hasta
que un día de verano se topasen con unos jóvenes llenos de poder, Isis le borró
parte de la memoria a Zac, solo quedó en su recuerdo esa escena que habíamos
vivido antes, en la que yo me había declarado a un niño. Se me saltaban las
lágrimas y me juré a mi misma que cuando viese a Zac le daría el abrazo más
grande del mundo.
Volví a sacar el reloj de arena para nuestra última parada:
el día que llegué a Egipto, a la escuela… y todo lo que ello suponía.
Aterrizamos en mi habitación y la añoranza pudo conmigo, daría tantas cosas
para volver a vivir eso… la inexperiencia… la magia… sin los problemas que
ahora acarreaba. Dejé el Reloj que me había dado Cai en el mismo lugar donde yo
me lo encontré, e Isis dejó el diario que ella había escrito en el pasado
encima de mi escritorio. Y pensar que por este momento me pasé tres horribles
meses encerrada… De repente me di cuenta de algo.
-
¿Por qué no me lo contaste todo desde el
principio en el diario?
-
Porque no podrías haber digerido tanta información
en tan pocos días, tenías que hacerte más fuerte.
-
Y… Astor me contó que ellos habían sido los que
habían creado el Reloj… pero tú creaste sus huevos después. También me dijeron
que ellos habían visto el origen de todo y… no es cierto.
-
Querida Lena, vas a tener que calmar esa sed de
respuestas. Es cierto que lo recuerdan, lo viven como yo lo viví porque al ser
criaturas creadas por mí… conservan mis recuerdos como si fueran suyos. Sobre
el amuleto… es cierto que lo crearon… pero de nuevo. Yo creé el primero junto
con el tigre y la leona que has visto, digamos que yo soy la neutralidad… cuya
función es el que el bien y el mal siempre estén en equilibrio. Pero Dyaus iba
tras mi pista y su poder creció de sobremanera mientras yo me hacía cada vez más
humana. Le di el Reloj a Cai porque… ¿Quién pensaría que el guardián era un
simple mortal sin “Don”? Luego, el te lo dio a ti para que quedase a salvo en
el futuro. Lo de los viajes en el tiempo es algo complicado.
Después, buscó algo entre sus ropas y sacó un Reloj idéntico
al mío. Entonces comprendí, ella podía viajar en el tiempo gracias a él, pero
ese era el que habían creado los guardianes y por eso era más frágil, no tenía
la intensidad de poder que el mío… En la historia solo existió un único Reloj que
es el que yo tenía en esos momentos. Entonces…
-
¿Por qué Dyaus no me quitó el amuleto cuando aún
podía?
-
Porque todavía estaba muy débil y no puede
desaprovechar los viajes en el tiempo, decidió quitártelo en el presente.
Hice como una mueca, si que era complicado todo eso del
tiempo. Aún sumida en mis pensamientos oí un ruido abajo, nuestros “yo” pasados
habían llegado a la torre y por tanto, nosotras debíamos desaparecer de allí.
Abrimos la puerta de la terraza y flotamos hasta la azotea de la torre donde
nos sentamos. Me encantaba ese lugar.
-
¿Ahora como vuelvo al presente? ¿De la misma
forma en la que hemos estado viajando en el tiempo?
-
Sería demasiado peligroso. Debes ponerte en
contacto con tus amigos desde tu cuerpo en el presente, solo todos los reunidos
de “Don” a la vez pueden sacar tu cuerpo de esa oscuridad.
Deborah
Seguí acariciándole el rostro un poco más, me resistía a
separarme de aquella Lena dormida. Zac y Altair se habían marchado a descansar
acompañados de Trevor, realmente mi actual pareja era un cielo, no hablaba
mucho pero se preocupaba por los demás sobremanera.
Después, sentí un cosquilleo en los dedos que se fue
extendiendo poco a poco al resto de mi cuerpo, cerré los ojos dejándome llevar
por esa sensación, pero cuando los volví a abrir ya no me encontraba en el
cuarto de Zac, sino que estaba de pie sobre una hierba de color negro, todo
estaba oscuro y lo único que ofrecía luz eran las estrellas en el cielo. Casi
pego un grito cuando vi a Lena delante de mí sonriéndome de oreja a oreja.
-
No te asustes, digamos que estamos en una
dimensión paralela y lo único que no podemos es tocarnos, porque sino
romperíamos el contacto.
-
¿Cómo has hecho para traernos aquí? Si estás
inconsciente.
-
Con la ayuda de una amiga, es cierto que mi
cuerpo está ahí contigo pero mi alma ha estado viajado por el tiempo. Digamos
que es… difícil de explicar.
-
¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no puedes
despertarte?
-
Siendo sincera… ni yo misma estoy segura. Pero
sé cómo hacer que mi cuerpo y mi alma vuelvan a ser uno solo.
-
¿Cómo?
-
Primero, quería hablarte de una cosa… no podemos
fiarnos de nadie. Solo tú, Ami, Brad y yo. Dyaus está entre nosotros… y bajo
ningún concepto puede enterarse de nuestros planes. La única pista que tengo de
él es que sabe invocar rayos.
Lena
Vi claramente como sus pupilas empequeñecían comprendiendo
lo que yo decía. No me gustaba decírselo tan directamente, pero tenía mis
sospechas de que Trevor podía ser Dyaus. La verdad es que no estaba segura del
todo, pero habíamos llegado a un punto en el que no podíamos fiarnos ni de
nuestra sombra. Era obvio que entre ellos había algo, desde la primera vez que
los vi… se miraron de forma diferente, de la misma forma que Ami mira a Brad o
viceversa. Eso era lo que me impedía decir oficialmente que Dyaus fuera Trevor,
su corazón era oscuro y le impedía amar… ¿Y si estaba actuando? Nadie lo hacía
tan bien…
-
¿Tre- Trevor?
-
Todavía no es seguro, cariño… pero… es lo más
probable.
-
¡Es imposible! ¡Él es la persona más buena que
he conocido jamás! ¡Es el mejor amigo de Zac, no le podría hacer daño!
-
Lo sé, Deborah, y por eso es por lo que no me
termina de convencer la idea.
-
Si no estás segura desde el principio eso quiere
decir que no es un presentimiento de las tuyas, sino una deducción.
-
Ya no lo sé, lo único que me preocupa ahora es
que la vida de la persona que más quiero está en peligro, y mi única pista es
un cetro que expulsaba rayos.
Deborah
Me parecía una idea absurda, totalmente descabellada… aunque
Trevor había estado muy raro últimamente… ¡Imposible!
Miré de reojo a Lena, se la veía cansada y desmejorada,
quizás podía tener razón… como tantas otras veces. Decidí quitarme esa idea de
la cabeza, que Trevor era un antiguo mal reencarnado no me parecía la respuesta
a la identidad de Dyaus. No, él no. Así que decidí cambiar de tema.
-
¿Cómo podemos hacer que vuelvas?
-
Tenéis que reuniros a mi alrededor, sólo los
portadores del “Don” completo. Ni Zac, ni Altair… ni Trevor.
Lena
Intentaba escoger las mejores palabras y decirlo todo
despacio, la información que le había dado a Deborah no era algo fácil de
digerir. Lo peor será si yo acabo estando errada… pero en este plan… no me
puedo fiar ni de Altair.
-
Luego, debéis concentrar todo vuestro poder y
desear romper el sello que hay en mi cuerpo, el que me impide volver. Tendréis
que daros prisa porque si no me convertiré en un alma para siempre… Yo estaré
ahí con vosotros, también ofreciendo todo mi “Don”.
-
Está bien, ahora voy a buscarles… Lo mantendré
todo en secreto.
Asentí mostrando mi aprobación y rompí el contacto. Volví a
encontrarme en la azotea con la diosa, me sentía fatal después de haber hecho
una acusación tan grave.
-
¿Le dijiste a Deborah mis sospechas?
-
Si, aunque le dije que eran mías, sino nunca me
habría creído.
-
Pero a ti todavía no te convence la idea… ¿No?
-
No mucho.
-
No todo es lo que parece.
-
Lo sé.
Y ese hecho era el que menos me gustaba. Saqué el colgante
en el que llevaba el Reloj de mi cuello y volví a cambiar de tiempo junto con
la diosa. Destino: presente.
Cuando paró el cosquilleo en los pies, me encontré a mis
antiguos amigos alrededor de mi cuerpo inerte. Verme desde fuera y medio muerta
no era la visión más bonita del mundo, así que intentaba no mirar en esa
dirección. Minutos después empezó esa especie de ritual. El primero en hablar
fue Brad:
-
Desde el Oeste, yo invocó a la tierra, mi
elemento… mi compañera… ayúdame a que Lena pueda volver con nosotros.
Los guardianes también se encontraban con ellos en su forma
animal, incluso estaba Astor. Seguramente intensificarían el poder de sus
protegidos. Cuando Ami siguió hablando la luz que nos había unido cuando
descubrimos todas las armas volvió a nosotros, uniendo nuestras fuerzas.
-
Desde el Norte, yo invocó al agua, mi elemento,
mi compañera… ayúdame a que Lena pueda volver con nosotros.
Después hicieron una pausa, esperando que ocurriera algo por
mi parte y así fue. Aunque yo no era visible, cuando hablé supe que todos me
oyeron.
-
Desde el Este, yo invocó al aire, mi elemento,
mi compañero… ayúdame a volver con los míos.
-
Desde el Sur, yo invocó al fuego, mi elemento,
mi compañero… ayúdame a que Lena pueda volver con nosotros.
Pude ver la mirada perdida de Deborah antes de que todos los
elementos rodearan mi cuerpo y lo hicieran brillar, sentí como mi cuerpo me
obligaba a volver y noté como algo oscuro se rompía y se desvanecía. La próxima
vez que abrí los ojos estaba tumbada en la cama.
-
¡Chicos!
Me vi embutida en una marea de abrazos que no cesaban. Miré
a Deborah directamente a los ojos inquieta. Ella me hizo un ademán como que no
pasaba nada, que lo que pasara ya pasaría, y si era lo peor, lo aceptaría. Su
abrazo fue el más cálido y con el que rompí en lágrimas. Deborah se había
convertido como en mi hermana mayor. Ojalá la diosa estuviese errada… ¡Ojalá!
Pronto abrieron la puerta para seguir vigilando mi cuerpo,
pero Zac se pegó un susto de muerte cuando me vio allí, despierta. Yo le miré
con la sonrisa más grande del mundo, me faltaron segundos para tirarme encima
suyo y darle un beso en los labios que fue correspondido. En ese instante,
parecía que sólo existiésemos él y yo.
-
Recordé algo que había quedado en el olvido en
mi mente. ¿Siempre juntos?
-
Para siempre.
Nos volvimos a dar otro beso y nos abrazamos como si nos
fuéramos a desvanecer en esos instantes. Miré a mis amigos algo avergonzada,
recordando que lo habían visto todo.
-
Ya era hora -. Empezó a decir Brad.
-
Era muy obvio que Zac sentía algo por ti… Tú
eras más despistada y nos dimos todos cuenta menos tú -. Me dijo Ami haciendo
como que me robaba la nariz.
-
¿De verdad? -. Pregunté mirando a Zac, y él se
limitó a encogerse de hombros.
-
Me costó mucho convencerlo de sus verdaderos
sentimientos.
Entonces mi cuerpo y el de Deborah se tensaron. El que había
hablado era Trevor. Menos mal que no pertenecía a la rama del Aire y así no
podía leer mentes ajenas, sino habríamos tenido un grave problema ahí mismo.
¡Menos mal que Dyaus no tenía ese poder! Si no estaríamos perdidos.
Me di cuenta en ese momento que la diosa ya no estaba
conmigo. Conociéndola, ahora estaría en otro lugar, otro tiempo… tras haber
comprobado que yo había vuelto en mí sin problemas. Isis era un auténtico
misterio.
Me llevaron abajo para que comiese algo, mi cuerpo llevaba
varios días sin probar bocado, era como si hubiese estado en shock. Mi apetito
tan grande que me comí un maravilloso plato de pasta preparado por Brad, el
mejor de mi vida. Cuando mi estómago ya se había calmado, recibí visitas nuevas.
Altair y Zoe vinieron corriendo en cuánto Trevor les dijo que yo había
despertado. Trevor…
Me comporté como siempre, y si vieron algo diferente en mí
lo atribuyeron al mal rato que había pasado. La verdad es que lo que más quería
en esos momentos era estar tranquila, con menos gente y con Trevor algo lejos
de mí y Zac.
Tras un par de horas decidieron dejarme descansar al fin,
pasé de volver a mi torre y me quedé dormida acurrucada entre los brazos de
Zac. Estaba totalmente agotada mentalmente como físicamente.
El amanecer del día siguiente lo observé desde la cama, me
sentía más protegida al lado de Zac. Como las últimas semanas… la misma
pesadilla… el mismo despertar. Pensé que después de haber viajado al pasado la
pesadilla habría cambiado, que el destino de Zac fuera estar conmigo para
siempre, pero el destino se había empeñado en hacer lo imposible para que eso
no ocurriera.
-
¿Ya estás despierta?
-
No podía dormir.
-
¿La pesadilla?
-
Si-si -. Dije titubeante.
Entonces me abrazó con máxima delicadeza, como si me fuera a
romper.
-
Me da igual si tengo que morir si esa es la
consecuencia de pasar lo que me queda de vida contigo.
Me puse a llorar tan pronto como terminó la frase. Era lo
más bonito que alguien me había dicho nunca.
-
No lo decía para que llorases -. Me dijo
asustado mientras me limpiaba las lágrimas de los ojos.
-
Es que nunca me han dicho algo tan bonito.
-
Pues ya iba siendo hora -. Me dijo con su
sonrisa pícara.
-
Calla, que seguro que a ti te han llovido los
piropos.
-
Es cierto…
-
Qué modesto.
-
Pero los únicos a los que les hago caso son los
que salen de ti.
Le di tal abrazo que acabamos rodando y cayendo de la cama,
me sentí normal, hacía mucho tiempo que no tenía esta sensación. Solo éramos
dos jóvenes enamorados, que tenían toda su vida por delante.
Acabamos riéndonos tanto que nos dolía el estomago,
compartimos secretos y aventuras que tuvimos antes de conocernos. Nos habíamos
propuesto estar juntos para siempre, aprovechando cada minuto que nos ofrecía
la vida y afrontaríamos los obstáculos juntos. Quizás todavía no sabíamos mucho
del otro, pero nuestros corazones latían tan rápido cuando se encontraban… que
nos daba igual todo lo demás.
-
Cásate conmigo.
-
¡¿Qué?! -. Dije con los ojos como platos.
-
No ahora, cuando todo esto se haya solucionado y
lo único que nos quede por hacer es estar juntos. Espera, te lo pediré como es
debido.
Me miró a los ojos y mientras se ponía de rodillas a mí lado
me pidió amor eterno. Le abracé, le besé… Me había enamorado del hombre más
dulce de la faz de la tierra.
-
¡Por supuesto que quiero!
Sus ojos se iluminaron y me dio un beso tímido.
-
Jamás pensé que una chica tan hermosa y tan
especial como tú se fijara en alguien… como yo.
-
¿Cómo puedes decir eso? Eres increíble. ¿Zac…?
-
Tsergas. Zac Tsergas.
-
Es algo extraño, eres de Egipto pero tienes
rasgos europeos.
-
Nací aquí pero me contaron que mi madre era la
mujer más bella de la tierra y que venía de Europa, y que mi padre nació en
Grecia pero a mi abuelo lo destinaron a Egipto, y trajo con él al resto de la
familia. Por eso mi apellido es griego.
¿Y tú cómo te apellidas?
-
Lena Swan.
-
¿Cisne?
-
Mi padre es inglés y mi madre española.
-
Tiene su gracia, llegaste aquí siendo pequeña
pero te convertirás en el más preciado y hermoso cisne. Además, según la
mitología el cisne es un animal muy mágico.
-
Hay cosas aquí que me siguen extrañando…
-
¿Cómo qué?
-
¿Cómo es que venimos de todas de todas las
partes del mundo… y conseguimos entendernos?
-
Eso es magia, Lena Swan. Todos los que vienen
del “Don” se entenderán entre ellos, ya hablen chino, japonés o francés. Si te
alivia, yo siempre te hablo en español, no preguntes cómo pero cuando vine aquí
ya sabía hablarlo. Déjame preguntarte yo otra cosa.
-
Dime.
-
¿Cómo eran mis padres? ¿Te dijeron algo de
porqué ya no nos querían a Selene y a mí?
Sentí tristeza. No podía contarle quién era su verdadera
madre o su padre, lo pondría en peligro. Así que decidí decir la verdad pero
ocultando parte.
-
Zac, tus padres te querían más que nada en el
mundo. La razón de porqué no te acuerdas de ellos no te la puedo contar, te
pondría más en peligro de lo que estás.
Asintió con mirada triste y continúo hablando:
-
Prométeme que algún día me lo contarás.
-
Te lo prometo.
Entrelazamos los meñiques en señal de promesa. Era irónico
pensar en el futuro cuando tantos peligros se avecinaban en el presente. Me
hubiese gustado tanto que se parase el tiempo en esos momentos…
Zac vio como empezaba a sumirme en mis pensamientos, así que
decidió sacarme de ellos. Me levantó en volandas y mientras yo me reía, me bajó
al salón para desayunar. Me dejó en el suelo e intentó mostrarme sus dotes
culinarias, primero un chocolate caliente, después unas tortitas y finalmente,
me exprimió un zumo.
-
Delicioso. ¿No?
-
La verdad es que después de probar la comida de
Brad, esto sabe a agua tibia -. Dije bromeando.
Actuó como si se sintiese ofendido y se acercó lentamente a
mí, para en el momento que yo bajé la guardia hacerme las cosquillas más
dolorosas y con las que más me reí en la vida. Finalmente, paró y yo por fin
pude descansar las mejillas. Esto no quedaría así. “Casualmente” las tortitas
fueron volando una a una y se estampaban en su cara.
-
Zac, la verdad es que te favorece mucho ese
color.
-
Serás…
Lo que comenzó con un bonito desayuno acabó siendo la guerra
de comida más bestial de la historia, platos volando por arte de magia,
lanzamientos de metros de distancia… Digamos que acabamos muy manchados. Yo era
una mezcla entre salsa rosa y chocolate, y él una mezcla entre tortitas y zumo
de naranja. Nos reímos muchísimo y finalmente optamos por ducharnos.
-
¿Te duchas conmigo? -. Dijo con su tradicional
sonrisa pícara.
-
Ni lo sueñes -. Le contesté mientras le lanzaba
otra tortita a la cara -. Espérame aquí abajo, ahora bajaré.
-
¡A sus órdenes, capitán!
Le lancé una mirada de desaprobación y resignación mientras
él se partía de risa en el sofá. Mi cara sería un auténtico poema. Entré de
nuevo en la habitación de Zac y me di una ducha fría, limpié como pude las
manchas del vestido, las medias y las botas. Ayudándome de mi elemento, al
final todo quedó impecable. Con una mirada de orgullo por mi nuevo y mejorado
aspecto, sin manchas de comida… volví a bajar al salón. No me gustó lo que vi,
porque Zac no estaba por ningún lado. Me asusté muchísimo recordando que esa
también era la torre de Trevor, y que no debería de haberlo dejado solo ni un
instante.
-
¡Zac! ¡Zac! ¡¿Dónde estás?!
No obtuve respuesta y corrí lo más rápido que pude para
entrar en su despacho pero ahí no estaba, tampoco en el despacho de Trevor…
-
¡Zac!
Cuando ya estaba en pleno ataque de ansiedad y mis lágrimas
jugueteaban por mis mejillas, preparada para entrar en la habitación de Trevor,
Zac salió de ella. Me abrazó fuertemente y me tranquilizó hasta que yo pude
hablar.
-
¿Por qué esos gritos, Lena?
-
Tuve miedo al no verte, pensé que había pasado
algo.
-
Tranquila, solo me di una ducha en la habitación
de Trevor, es sólo eso.
-
No me gusta que estés cerca de él.
Fue entonces cuando me obligó a mirarle a los ojos, y me
obligó a repetir lo último que yo había dicho.
-
¿Cómo que no te gusta que esté cerca de él?
-
No me preguntes razones, tenemos nuestras
sospechas de que él sea el traidor… Dyaus.
-
Lena… ¡Es mi amigo! ¡Siempre ha estado a mi
lado!
Ahora Zac caminaba de un lado para
otro, mirándome con un interrogante en la cara. Nunca se me debió de escapar
eso, ahora puede que lo haya puesto en peligro sin querer.
- Ya lo sé, Zac. Pero no todo es lo que parece siempre.
-Se me ocurren un montón de candidatos para ser Dyaus antes
que Trevor. Por ejemplo… ¡Altair! Espera… ¿Tenéis vuestras sospechas? ¿Tú y
quién?
- ¡¿Por qué metes a Altair en esto?! ¡Él no es Dyaus!
-¡Ni Trevor tampoco! Ahora no me cambies de tema… ¿Tú y
quién?
- Yo y una amiga…
- ¿Crees antes a una amiga que a mí?
- No…
- ¡¿Quién es esa amiga que ha dicho semejante idiotez?!
- ¡Yo y tú madre!
Tampoco debería haber dicho eso.
Tenía la lengua demasiado larga y se me escapó. Por eso me odio. Miré al suelo
apartando la mirada, alicaída… De pronto sentí unos brazos a mi alrededor y
como me abrazaban.
- No peleemos más. ¿Vale? Es lo que Dyaus quiere.
- Si…
Nos quedamos un rato más así hasta
que sonó con fuerza una especie de alarma. Le miré interrogante sin comprender,
a lo que él me agarró de la mano y corrimos hasta atravesar la puerta y acabar en el patio. Se
veía humo de lejos. Desplegué mis alas y agarré a Zac de las manos, así iríamos
más rápido. En cuestión de segundos acabamos justo en frente de mi torre y
vimos con claridad cómo el edificio en el que se celebró el baile en verano…
ardía en llamas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario