sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 14: Amar es para siempre



            
Ya empezaba a acostumbrarme a los viajes en el tiempo. Ahora, cada vez estábamos más cerca del presente, y por eso mi corazón no podía estarse quieto. Seguíamos en la escuela y ese instante iba a ser el más triste que jamás iba a vivir, Zac lloró y suplicó para que su madre no se alejase de él, que no se fuera… que él aún era muy pequeño para cuidar a Selene.
-         Cariño -. Le dijo acariciándole esos cabellos alborotados-. Nos volveremos a ver, eso no lo dudes. Ahora tienes que convertirte en un hombre grande y fuerte. ¿Me lo prometes?
El niño asintió indeciso y se limpió las lágrimas de su rostro para que su madre no lo viera llorar. Antes de volver a marcharnos y dejar que algunos de los encargados de la escuela cuidarán de esos niños hasta que un día de verano se topasen con unos jóvenes llenos de poder, Isis le borró parte de la memoria a Zac, solo quedó en su recuerdo esa escena que habíamos vivido antes, en la que yo me había declarado a un niño. Se me saltaban las lágrimas y me juré a mi misma que cuando viese a Zac le daría el abrazo más grande del mundo.
Volví a sacar el reloj de arena para nuestra última parada: el día que llegué a Egipto, a la escuela… y todo lo que ello suponía. Aterrizamos en mi habitación y la añoranza pudo conmigo, daría tantas cosas para volver a vivir eso… la inexperiencia… la magia… sin los problemas que ahora acarreaba. Dejé el Reloj que me había dado Cai en el mismo lugar donde yo me lo encontré, e Isis dejó el diario que ella había escrito en el pasado encima de mi escritorio. Y pensar que por este momento me pasé tres horribles meses encerrada… De repente me di cuenta de algo.
-         ¿Por qué no me lo contaste todo desde el principio en el diario?
-         Porque no podrías haber digerido tanta información en tan pocos días, tenías que hacerte más fuerte.
-         Y… Astor me contó que ellos habían sido los que habían creado el Reloj… pero tú creaste sus huevos después. También me dijeron que ellos habían visto el origen de todo y… no es cierto.
-         Querida Lena, vas a tener que calmar esa sed de respuestas. Es cierto que lo recuerdan, lo viven como yo lo viví porque al ser criaturas creadas por mí… conservan mis recuerdos como si fueran suyos. Sobre el amuleto… es cierto que lo crearon… pero de nuevo. Yo creé el primero junto con el tigre y la leona que has visto, digamos que yo soy la neutralidad… cuya función es el que el bien y el mal siempre estén en equilibrio. Pero Dyaus iba tras mi pista y su poder creció de sobremanera mientras yo me hacía cada vez más humana. Le di el Reloj a Cai porque… ¿Quién pensaría que el guardián era un simple mortal sin “Don”? Luego, el te lo dio a ti para que quedase a salvo en el futuro. Lo de los viajes en el tiempo es algo complicado.
Después, buscó algo entre sus ropas y sacó un Reloj idéntico al mío. Entonces comprendí, ella podía viajar en el tiempo gracias a él, pero ese era el que habían creado los guardianes y por eso era más frágil, no tenía la intensidad de poder que el mío… En la historia solo existió un único Reloj que es el que yo tenía en esos momentos. Entonces…
-         ¿Por qué Dyaus no me quitó el amuleto cuando aún podía?
-         Porque todavía estaba muy débil y no puede desaprovechar los viajes en el tiempo, decidió quitártelo en el presente.
Hice como una mueca, si que era complicado todo eso del tiempo. Aún sumida en mis pensamientos oí un ruido abajo, nuestros “yo” pasados habían llegado a la torre y por tanto, nosotras debíamos desaparecer de allí. Abrimos la puerta de la terraza y flotamos hasta la azotea de la torre donde nos sentamos. Me encantaba ese lugar.
-         ¿Ahora como vuelvo al presente? ¿De la misma forma en la que hemos estado viajando en el tiempo?
-         Sería demasiado peligroso. Debes ponerte en contacto con tus amigos desde tu cuerpo en el presente, solo todos los reunidos de “Don” a la vez pueden sacar tu cuerpo de esa oscuridad.

                                                         Deborah

Seguí acariciándole el rostro un poco más, me resistía a separarme de aquella Lena dormida. Zac y Altair se habían marchado a descansar acompañados de Trevor, realmente mi actual pareja era un cielo, no hablaba mucho pero se preocupaba por los demás sobremanera.
Después, sentí un cosquilleo en los dedos que se fue extendiendo poco a poco al resto de mi cuerpo, cerré los ojos dejándome llevar por esa sensación, pero cuando los volví a abrir ya no me encontraba en el cuarto de Zac, sino que estaba de pie sobre una hierba de color negro, todo estaba oscuro y lo único que ofrecía luz eran las estrellas en el cielo. Casi pego un grito cuando vi a Lena delante de mí sonriéndome de oreja a oreja.
-         No te asustes, digamos que estamos en una dimensión paralela y lo único que no podemos es tocarnos, porque sino romperíamos el contacto.
-         ¿Cómo has hecho para traernos aquí? Si estás inconsciente.
-         Con la ayuda de una amiga, es cierto que mi cuerpo está ahí contigo pero mi alma ha estado viajado por el tiempo. Digamos que es… difícil de explicar.
-         ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no puedes despertarte?
-         Siendo sincera… ni yo misma estoy segura. Pero sé cómo hacer que mi cuerpo y mi alma vuelvan a ser uno solo.
-         ¿Cómo?
-         Primero, quería hablarte de una cosa… no podemos fiarnos de nadie. Solo tú, Ami, Brad y yo. Dyaus está entre nosotros… y bajo ningún concepto puede enterarse de nuestros planes. La única pista que tengo de él es que sabe invocar rayos.

                                                                Lena

Vi claramente como sus pupilas empequeñecían comprendiendo lo que yo decía. No me gustaba decírselo tan directamente, pero tenía mis sospechas de que Trevor podía ser Dyaus. La verdad es que no estaba segura del todo, pero habíamos llegado a un punto en el que no podíamos fiarnos ni de nuestra sombra. Era obvio que entre ellos había algo, desde la primera vez que los vi… se miraron de forma diferente, de la misma forma que Ami mira a Brad o viceversa. Eso era lo que me impedía decir oficialmente que Dyaus fuera Trevor, su corazón era oscuro y le impedía amar… ¿Y si estaba actuando? Nadie lo hacía tan bien…
-         ¿Tre- Trevor?
-         Todavía no es seguro, cariño… pero… es lo más probable.
-         ¡Es imposible! ¡Él es la persona más buena que he conocido jamás! ¡Es el mejor amigo de Zac, no le podría hacer daño!
-         Lo sé, Deborah, y por eso es por lo que no me termina de convencer la idea.
-         Si no estás segura desde el principio eso quiere decir que no es un presentimiento de las tuyas, sino una deducción.
-         Ya no lo sé, lo único que me preocupa ahora es que la vida de la persona que más quiero está en peligro, y mi única pista es un cetro que expulsaba rayos.

                                                     Deborah

Me parecía una idea absurda, totalmente descabellada… aunque Trevor había estado muy raro últimamente… ¡Imposible!
Miré de reojo a Lena, se la veía cansada y desmejorada, quizás podía tener razón… como tantas otras veces. Decidí quitarme esa idea de la cabeza, que Trevor era un antiguo mal reencarnado no me parecía la respuesta a la identidad de Dyaus. No, él no. Así que decidí cambiar de tema.
-         ¿Cómo podemos hacer que vuelvas?
-         Tenéis que reuniros a mi alrededor, sólo los portadores del “Don” completo. Ni Zac, ni Altair… ni Trevor.

                                                          Lena

Intentaba escoger las mejores palabras y decirlo todo despacio, la información que le había dado a Deborah no era algo fácil de digerir. Lo peor será si yo acabo estando errada… pero en este plan… no me puedo fiar ni de Altair.
-         Luego, debéis concentrar todo vuestro poder y desear romper el sello que hay en mi cuerpo, el que me impide volver. Tendréis que daros prisa porque si no me convertiré en un alma para siempre… Yo estaré ahí con vosotros, también ofreciendo todo mi “Don”.
-         Está bien, ahora voy a buscarles… Lo mantendré todo en secreto.
Asentí mostrando mi aprobación y rompí el contacto. Volví a encontrarme en la azotea con la diosa, me sentía fatal después de haber hecho una acusación tan grave.
-         ¿Le dijiste a Deborah mis sospechas?
-         Si, aunque le dije que eran mías, sino nunca me habría creído.
-         Pero a ti todavía no te convence la idea… ¿No?
-         No mucho.
-         No todo es lo que parece.
-         Lo sé.
Y ese hecho era el que menos me gustaba. Saqué el colgante en el que llevaba el Reloj de mi cuello y volví a cambiar de tiempo junto con la diosa. Destino: presente.
Cuando paró el cosquilleo en los pies, me encontré a mis antiguos amigos alrededor de mi cuerpo inerte. Verme desde fuera y medio muerta no era la visión más bonita del mundo, así que intentaba no mirar en esa dirección. Minutos después empezó esa especie de ritual. El primero en hablar fue Brad:
-         Desde el Oeste, yo invocó a la tierra, mi elemento… mi compañera… ayúdame a que Lena pueda volver con nosotros.
Los guardianes también se encontraban con ellos en su forma animal, incluso estaba Astor. Seguramente intensificarían el poder de sus protegidos. Cuando Ami siguió hablando la luz que nos había unido cuando descubrimos todas las armas volvió a nosotros, uniendo nuestras fuerzas.
-         Desde el Norte, yo invocó al agua, mi elemento, mi compañera… ayúdame a que Lena pueda volver con nosotros.
Después hicieron una pausa, esperando que ocurriera algo por mi parte y así fue. Aunque yo no era visible, cuando hablé supe que todos me oyeron.
-         Desde el Este, yo invocó al aire, mi elemento, mi compañero… ayúdame a volver con los míos.
-         Desde el Sur, yo invocó al fuego, mi elemento, mi compañero… ayúdame a que Lena pueda volver con nosotros.
Pude ver la mirada perdida de Deborah antes de que todos los elementos rodearan mi cuerpo y lo hicieran brillar, sentí como mi cuerpo me obligaba a volver y noté como algo oscuro se rompía y se desvanecía. La próxima vez que abrí los ojos estaba tumbada en la cama.
-         ¡Chicos!
Me vi embutida en una marea de abrazos que no cesaban. Miré a Deborah directamente a los ojos inquieta. Ella me hizo un ademán como que no pasaba nada, que lo que pasara ya pasaría, y si era lo peor, lo aceptaría. Su abrazo fue el más cálido y con el que rompí en lágrimas. Deborah se había convertido como en mi hermana mayor. Ojalá la diosa estuviese errada… ¡Ojalá!
Pronto abrieron la puerta para seguir vigilando mi cuerpo, pero Zac se pegó un susto de muerte cuando me vio allí, despierta. Yo le miré con la sonrisa más grande del mundo, me faltaron segundos para tirarme encima suyo y darle un beso en los labios que fue correspondido. En ese instante, parecía que sólo existiésemos él y yo.
-         Recordé algo que había quedado en el olvido en mi mente. ¿Siempre juntos?
-         Para siempre.
Nos volvimos a dar otro beso y nos abrazamos como si nos fuéramos a desvanecer en esos instantes. Miré a mis amigos algo avergonzada, recordando que lo habían visto todo.
-         Ya era hora -. Empezó a decir Brad.
-         Era muy obvio que Zac sentía algo por ti… Tú eras más despistada y nos dimos todos cuenta menos tú -. Me dijo Ami haciendo como que me robaba la nariz.
-         ¿De verdad? -. Pregunté mirando a Zac, y él se limitó a encogerse de hombros.
-         Me costó mucho convencerlo de sus verdaderos sentimientos.
Entonces mi cuerpo y el de Deborah se tensaron. El que había hablado era Trevor. Menos mal que no pertenecía a la rama del Aire y así no podía leer mentes ajenas, sino habríamos tenido un grave problema ahí mismo. ¡Menos mal que Dyaus no tenía ese poder! Si no estaríamos perdidos.
Me di cuenta en ese momento que la diosa ya no estaba conmigo. Conociéndola, ahora estaría en otro lugar, otro tiempo… tras haber comprobado que yo había vuelto en mí sin problemas. Isis era un auténtico misterio.
Me llevaron abajo para que comiese algo, mi cuerpo llevaba varios días sin probar bocado, era como si hubiese estado en shock. Mi apetito tan grande que me comí un maravilloso plato de pasta preparado por Brad, el mejor de mi vida. Cuando mi estómago ya se había calmado, recibí visitas nuevas. Altair y Zoe vinieron corriendo en cuánto Trevor les dijo que yo había despertado. Trevor…
Me comporté como siempre, y si vieron algo diferente en mí lo atribuyeron al mal rato que había pasado. La verdad es que lo que más quería en esos momentos era estar tranquila, con menos gente y con Trevor algo lejos de mí y Zac.
Tras un par de horas decidieron dejarme descansar al fin, pasé de volver a mi torre y me quedé dormida acurrucada entre los brazos de Zac. Estaba totalmente agotada mentalmente como físicamente.
El amanecer del día siguiente lo observé desde la cama, me sentía más protegida al lado de Zac. Como las últimas semanas… la misma pesadilla… el mismo despertar. Pensé que después de haber viajado al pasado la pesadilla habría cambiado, que el destino de Zac fuera estar conmigo para siempre, pero el destino se había empeñado en hacer lo imposible para que eso no ocurriera.
-         ¿Ya estás despierta?
-         No podía dormir.
-         ¿La pesadilla?
-         Si-si -. Dije titubeante.
Entonces me abrazó con máxima delicadeza, como si me fuera a romper.
-         Me da igual si tengo que morir si esa es la consecuencia de pasar lo que me queda de vida contigo.
Me puse a llorar tan pronto como terminó la frase. Era lo más bonito que alguien me había dicho nunca.
-         No lo decía para que llorases -. Me dijo asustado mientras me limpiaba las lágrimas de los ojos.
-         Es que nunca me han dicho algo tan bonito.
-         Pues ya iba siendo hora -. Me dijo con su sonrisa pícara.
-         Calla, que seguro que a ti te han llovido los piropos.
-         Es cierto…
-         Qué modesto.
-         Pero los únicos a los que les hago caso son los que salen de ti.
Le di tal abrazo que acabamos rodando y cayendo de la cama, me sentí normal, hacía mucho tiempo que no tenía esta sensación. Solo éramos dos jóvenes enamorados, que tenían toda su vida por delante.
Acabamos riéndonos tanto que nos dolía el estomago, compartimos secretos y aventuras que tuvimos antes de conocernos. Nos habíamos propuesto estar juntos para siempre, aprovechando cada minuto que nos ofrecía la vida y afrontaríamos los obstáculos juntos. Quizás todavía no sabíamos mucho del otro, pero nuestros corazones latían tan rápido cuando se encontraban… que nos daba igual todo lo demás.
-         Cásate conmigo.
-         ¡¿Qué?! -. Dije con los ojos como platos.
-         No ahora, cuando todo esto se haya solucionado y lo único que nos quede por hacer es estar juntos. Espera, te lo pediré como es debido.
Me miró a los ojos y mientras se ponía de rodillas a mí lado me pidió amor eterno. Le abracé, le besé… Me había enamorado del hombre más dulce de la faz de la tierra.
-         ¡Por supuesto que quiero!
Sus ojos se iluminaron y me dio un beso tímido.
-         Jamás pensé que una chica tan hermosa y tan especial como tú se fijara en alguien… como yo.
-         ¿Cómo puedes decir eso? Eres increíble. ¿Zac…?
-         Tsergas. Zac Tsergas.
-         Es algo extraño, eres de Egipto pero tienes rasgos europeos.
-         Nací aquí pero me contaron que mi madre era la mujer más bella de la tierra y que venía de Europa, y que mi padre nació en Grecia pero a mi abuelo lo destinaron a Egipto, y trajo con él al resto de la familia.  Por eso mi apellido es griego. ¿Y tú cómo te apellidas?
-         Lena Swan.
-         ¿Cisne?
-         Mi padre es inglés y mi madre española.
-         Tiene su gracia, llegaste aquí siendo pequeña pero te convertirás en el más preciado y hermoso cisne. Además, según la mitología el cisne es un animal muy mágico.
-         Hay cosas aquí que me siguen extrañando…
-         ¿Cómo qué?
-         ¿Cómo es que venimos de todas de todas las partes del mundo… y conseguimos entendernos?
-         Eso es magia, Lena Swan. Todos los que vienen del “Don” se entenderán entre ellos, ya hablen chino, japonés o francés. Si te alivia, yo siempre te hablo en español, no preguntes cómo pero cuando vine aquí ya sabía hablarlo. Déjame preguntarte yo otra cosa.
-         Dime.
-         ¿Cómo eran mis padres? ¿Te dijeron algo de porqué ya no nos querían a Selene y a mí?
Sentí tristeza. No podía contarle quién era su verdadera madre o su padre, lo pondría en peligro. Así que decidí decir la verdad pero ocultando parte.
-         Zac, tus padres te querían más que nada en el mundo. La razón de porqué no te acuerdas de ellos no te la puedo contar, te pondría más en peligro de lo que estás.
Asintió con mirada triste y continúo hablando:
-         Prométeme que algún día me lo contarás.
-         Te lo prometo.
Entrelazamos los meñiques en señal de promesa. Era irónico pensar en el futuro cuando tantos peligros se avecinaban en el presente. Me hubiese gustado tanto que se parase el tiempo en esos momentos…
Zac vio como empezaba a sumirme en mis pensamientos, así que decidió sacarme de ellos. Me levantó en volandas y mientras yo me reía, me bajó al salón para desayunar. Me dejó en el suelo e intentó mostrarme sus dotes culinarias, primero un chocolate caliente, después unas tortitas y finalmente, me exprimió un zumo.
-         Delicioso. ¿No?
-         La verdad es que después de probar la comida de Brad, esto sabe a agua tibia -. Dije bromeando.
Actuó como si se sintiese ofendido y se acercó lentamente a mí, para en el momento que yo bajé la guardia hacerme las cosquillas más dolorosas y con las que más me reí en la vida. Finalmente, paró y yo por fin pude descansar las mejillas. Esto no quedaría así. “Casualmente” las tortitas fueron volando una a una y se estampaban en su cara.
-         Zac, la verdad es que te favorece mucho ese color.
-         Serás…
Lo que comenzó con un bonito desayuno acabó siendo la guerra de comida más bestial de la historia, platos volando por arte de magia, lanzamientos de metros de distancia… Digamos que acabamos muy manchados. Yo era una mezcla entre salsa rosa y chocolate, y él una mezcla entre tortitas y zumo de naranja. Nos reímos muchísimo y finalmente optamos por ducharnos.
-         ¿Te duchas conmigo? -. Dijo con su tradicional sonrisa pícara.
-         Ni lo sueñes -. Le contesté mientras le lanzaba otra tortita a la cara -. Espérame aquí abajo, ahora bajaré.
-         ¡A sus órdenes, capitán!
Le lancé una mirada de desaprobación y resignación mientras él se partía de risa en el sofá. Mi cara sería un auténtico poema. Entré de nuevo en la habitación de Zac y me di una ducha fría, limpié como pude las manchas del vestido, las medias y las botas. Ayudándome de mi elemento, al final todo quedó impecable. Con una mirada de orgullo por mi nuevo y mejorado aspecto, sin manchas de comida… volví a bajar al salón. No me gustó lo que vi, porque Zac no estaba por ningún lado. Me asusté muchísimo recordando que esa también era la torre de Trevor, y que no debería de haberlo dejado solo ni un instante.
-         ¡Zac! ¡Zac! ¡¿Dónde estás?!
No obtuve respuesta y corrí lo más rápido que pude para entrar en su despacho pero ahí no estaba, tampoco en el despacho de Trevor…
-         ¡Zac!
Cuando ya estaba en pleno ataque de ansiedad y mis lágrimas jugueteaban por mis mejillas, preparada para entrar en la habitación de Trevor, Zac salió de ella. Me abrazó fuertemente y me tranquilizó hasta que yo pude hablar.
-         ¿Por qué esos gritos, Lena?
-         Tuve miedo al no verte, pensé que había pasado algo.
-         Tranquila, solo me di una ducha en la habitación de Trevor, es sólo eso.
-         No me gusta que estés cerca de él.
Fue entonces cuando me obligó a mirarle a los ojos, y me obligó a repetir lo último que yo había dicho.
-         ¿Cómo que no te gusta que esté cerca de él?
-         No me preguntes razones, tenemos nuestras sospechas de que él sea el traidor… Dyaus.
-         Lena… ¡Es mi amigo! ¡Siempre ha estado a mi lado!
Ahora Zac caminaba de un lado para otro, mirándome con un interrogante en la cara. Nunca se me debió de escapar eso, ahora puede que lo haya puesto en peligro sin querer.
- Ya lo sé, Zac. Pero no todo es lo que parece siempre.
-Se me ocurren un montón de candidatos para ser Dyaus antes que Trevor. Por ejemplo… ¡Altair! Espera… ¿Tenéis vuestras sospechas? ¿Tú y quién?
- ¡¿Por qué metes a Altair en esto?! ¡Él no es Dyaus!
-¡Ni Trevor tampoco! Ahora no me cambies de tema… ¿Tú y quién?
- Yo y una amiga…
- ¿Crees antes a una amiga que a mí?
- No…
- ¡¿Quién es esa amiga que ha dicho semejante idiotez?!
- ¡Yo y tú madre!
Tampoco debería haber dicho eso. Tenía la lengua demasiado larga y se me escapó. Por eso me odio. Miré al suelo apartando la mirada, alicaída… De pronto sentí unos brazos a mi alrededor y como me abrazaban.
- No peleemos más. ¿Vale? Es lo que Dyaus quiere.
- Si…
Nos quedamos un rato más así hasta que sonó con fuerza una especie de alarma. Le miré interrogante sin comprender, a lo que él me agarró de la mano y corrimos hasta  atravesar la puerta y acabar en el patio. Se veía humo de lejos. Desplegué mis alas y agarré a Zac de las manos, así iríamos más rápido. En cuestión de segundos acabamos justo en frente de mi torre y vimos con claridad cómo el edificio en el que se celebró el baile en verano… ardía en llamas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario